Un Cuento de Anitaslut44
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Yo protesté como una loca, pero mi adorado esposo insistió en que no podía evitar esa responsabilidad en otro colega; pero me convenció entonces de viajar yo sola y él se me uniría después, apenas pudiera…
Yo estaba tan histérica, que esa noche me negué a coger con él a manera de despedida.
Dos días después abordaba el avión que me llevaría a Fortaleza; la agradable sorpresa fue sentarme junto a un hombre de piel muy oscura, de cuerpo gigantesco, con una bonita sonrisa enmarcada por labios gruesos…
Me pareció muy atractivo y pensé que iba a coger con él antes de aterrizar.
Apenas despegó el avión, entablé conversación con ese hombre moreno y un rato después, luego de varias sonrisas, apoyé mi mano sobre su muslo; él siguió sonriendo y pude ver bajo su bragueta, que mi gesto le había gustado.
Sin dejar de sonreír, el hombre tomó mi mano y la puso sobre su verga, que a través de la tela de sus pantalones, pude sentirla bastante dura. Presioné con mi palma, deslizándola de arriba abajo varias veces, mientras lo miraba a los ojos con una mirada cargada de lascivia…
De repente me levanté del asiento y salí al pasillo, con el moreno detrás. Era de noche y la mayoría de los pasajeros descansaban plácidamente… Entramos juntos al pequeño baño ubicado en la cola del avión.
Me aferró por la cintura, refregando su verga contra mi culo, diciendo:
“Espero que no vayas a gritar demasiado...”
Me agarré con ambas manos al pequeño lavatorio metálico, mientras el tipo me alzaba la falda del vestido hasta la cintura y bajaba mi tanga hasta las rodillas. Enseguida sentí su tiesa verga entrando entre mis labios vaginales bien lubricados por mi propia excitación.
Me penetró la concha en un solo embate, hasta el fondo. Yo lo ayudé, empujando mi trasero hacia su cuerpo, tratando de empalarme bien a fondo. Lo miré por el espejo y él sonrió, mientras arrancaba un bombeo infernal dentro de mi hambrienta concha.
Durante un buen rato me cogió sin descanso, como un auténtico semental, con movimientos frenéticos, lo cual me excitaba todavía más y más…
En menos de diez minutos acabamos ambos casi al mismo tiempo. El morocho gruñó apenas y yo tuve que morderme los labios para apagar mis gemidos de perra en celo...
Se levantó apenas y sacó su verga aun erecta de mi vagina. En silencio se acomodó la ropa y salió del baño. Su semen caliente me resbalaba por mis muslos, llegando casi hasta los tobillos. Me limpié y regresé yo también a mi asiento.
Mi nuevo amante se había recostado contra la ventanilla y yo decidí no interrumpir su descanso. La concha me latía y mi respiración todavía no se había normalizado. Antes del amanecer aterrizamos en Río de Janeiro y mi amante ocasional se despidió amablemente, ya que ninguno de los dos quería más del otro. Había sido un buen polvo entre dos desconocidos…
Horas después el avión aterrizaba en mi destino, Fortaleza. Llegué al hotel y encontré que el lugar era paradisíaco, rodeado de jardines y mucha vegetación, con una playa privada para disfrutar a mis anchas…
Por la tarde ya había entablado confianza con un chico mulato que servía las copas en la piscina del hotel. Se llamaba Joaquim y tenía un cuerpo escultural tallado a mano, una hermosa sonrisa de marfil y realmente un bulto inmenso en su entrepierna.
Antes de la cena ya lo tenía desnudo en mi cama; yo de rodillas entre sus muslos con la boca llena de su verga dura, dedicándole una tremenda mamada. Joaquim suspiraba boca arriba, sintiendo mi lengua lamer todo ese tronco oscuro magnífico que llevaba en la entrepierna.
Empezó a animarse un poco, sujetándome con ambas manos la cabeza y presionándola contra su pelvis. Cuando yo intentaba retroceder para tomar aire, él me retenía con más firmeza y me cogía la boca alzando su culo, haciéndolo con bastante violencia. Comencé a dejar escapar algunas lágrimas, pero la excitación del mulato le impedía ver todo eso…
Mi concha ya estaba empapada, dejando caer mis fluidos sobre las sábanas… Quería sentir esa verga oscura dentro de mi cuerpo…
Pasé una mano entre mis muslos y comencé a acariciarme el clítoris. De repente Joaquim acabó en mi boca con una descarga de semen muy abundante. Tiró de mis cabellos hacia arriba, mientras de la comisura de los labios salía un hilo blanco, que recogí con la lengua sin dejar de mirarle sonriendo.
Enseguida me tiró boca abajo en la cama, tomándome por las caderas para poner mi culo en el aire. Torció mi brazo sobre la espalda, mi mejilla apoyada sobre las sábanas y la otra mano me la dejó libre para que yo pudiera seguir masturbándome a mi antojo.
Comenzó a azotarme con la palma de sus manos, lo suficiente como para que el dolor y el placer fuera uno solo. Sus golpes caían a uno y otro lado de mis nalgas, mis muslos, pellizcándome los labios vaginales. Yo no paré ni un momento de acariciarme el clítoris, pero cada azote me contraía las paredes internas impidiendo que llegase a estallar…
De repente Joaquim dejó de azotarme y sin previo aviso escupió sobre mi ano, metiéndome de golpe un dedo largo y grueso hasta el fondo. Eso fue el detonante de un intenso orgasmo. Nunca un amante me había poseído con tanta violencia… sin cogerme…
Mientras mi cuerpo todavía temblaba, sintiendo los últimos coletazos de semejante acabada, Joaquim se levantó y comenzó a vestirse.
Le supliqué que no me dejara así tan caliente, necesitaba desesperadamente que me cogiera y me dejara satisfecha y llena de leche caliente…
Pero el mulato sonrió, explicándome que debía cumplir otro turno de trabajo, pero seguramente me vería después de la cena…
Por la noche cené temprano en el mismo hotel, soportando la mirada curiosa de algunos huéspedes compatriotas; hombres que seguramente pensarían que por encontrarme sola estaría caliente… y no se equivocaban…
Me encerré en mi habitación a esperar por Joaquim; pero el mulato no apareció. Finalmente me convencí que debía conformarme con un poco de autosatisfacción; así que sin esperar más, me masturbé salvajemente, mientras soñaba despierta con esa piel oscura y firme…
Me desperté a media mañana. Después de desayunar fui a la piscina, donde vi de lejos a mi amante moreno; quien alzó un dedo lanzándome un beso a través del aire. Sentí mi concha comenzando a palpitar otra vez…
Joaquim hablaba con una compatriota; una rubia imponente de tetas enormes y firmes. Los pezones erectos parecían querer perforar esa diminuta bikini transparente que llevaba.
Yo me sentí absurdamente celosa como una adolescente, así que me lancé de cabeza a la piscina, mientras esperaba que el mulato dejara de babearse escudriñando el cuerpazo de mi compatriota.
Luego de un buen rato de chapuzones, salí y me dirigí a la barra.
El mulato me dirigió una mirada sensual que me hizo mojar el interior de mi vagina. Por suerte mi tanga ya venía mojada de la piscina y entonces pude disimular el flujo que me manaba de mis labios vaginales; pero mis pezones se pusieron tan duros, que el simple roce con la tela de la bikini me provocaba dolor…
Joaquim me dijo que me preparar para la moche, porque esta vez no dejaría de visitarme en mi habitación…
Después de cenar me di una buena ducha tibia muy relajante y me vestí con un conjunto de lencería de seda negra, medias de nylon y tacos altos.
Me recosté a leer un poco, mientras las horas pasaban muy lentamente.
Pasada la medianoche, unos golpes suaves en la puerta interrumpieron mi lectura. Al abrir me lancé sobre su cuello y el mulato me alzó por la cintura sin ningún esfuerzo y entró en la habitación… Pero no venía sólo, estaba acompañado por uno de sus amigos; otro mulato apuesto de ojos color avellana y un físico escultural como el de Joaquim…
“Es mi amigo Robertinho, solamente va a mirar…” Dijo mi mulato…
“Solamente mirar?” Pregunté, un poco incrédula y sorprendida.
“No voy a tocarte a menos que me lo pidas…” Respondió ahora Robertinho.
La situación me parecía un poco extraña, pero también me daba mucho morbo, saber que un desconocido iba a estar observándome mientras cogía con su amigo.
Los dos mulatos se desnudaron y lo que me sorprendió gratamente fue la visión de la verga de Robertinho; una cosa oscura a medio endurecer, pero mucho más larga y gruesa que la de Joaquim…
El chico se sentó en una silla y Joaquim me tomó por la cintura, haciéndome girar y dándole la espalda a su amigo…
Empezó a lamer mi cuello, acariciando mis tetas desde atrás, mientras me deslizaba el corpiño hasta mi cintura y dibujaba con su lengua mis pezones erectos. Sus dedos acariciaron mi pubis sobre la tela de la tanga.
Sentía la endurecida verga del mulato contra mis cachetes. Finalmente me desprendí de su abrazo y giré hacia él, poniéndome de rodillas frente a su verga. La tomé entre mis manos y me la llevé a la boca.
Luego de un rato de lamer esa magnífica verga oscura, Joaquim me tomó por las muñecas y me hizo poner de pie, diciendo que no quería acabar en mi boca. Miré por encima de su hombro y vi a su amigo mulato sentado, acariciándose su enorme serpiente negra con ambas manos…
Pasé a un costado de Joaquim y me puse en cuclillas, comenzando a gatear hasta donde estaba Robertinho. El mulato sonrió y abrió sus piernas, ofreciéndome esa increíble pija erecta.
Entonces noté como una mano enorme se posaba sobre mi tanga ya mojada, deslizando sus dedos hasta alcanzar mi clítoris. Se la chupé a Robertinho, hasta sentir que ahora el pecho de Joaquim se pegaba a mi espalda, mientras metía su dura verga entre mis cachetes.
Robertinho se puso de pie, dejándome acelerar mi ritmo de lamidas sobre su enorme tallo y de repente acabó entre mis labios, llenándome la boca de leche caliente…
Con mis dedos corrí a un costado el hilo de mi tanga y entonces Joaquim aprovechó para metérmela de un solo empujón de sus caderas, mientras el semen de su amigo goteaba por mi barbilla.
Joaquim me cogió durante unos minutos con un ritmo frenético, hasta hacerme acabar en un orgasmo intenso, que me provocó unos aullidos agudos que se deben haber oído en todo el hotel.
Abrí mis ojos cuando dejé de gritar y giré mi cabeza, para ver sonriendo a mi amante mulato, que se salió de mi concha y me pidió que me dedicara un poco a su amigo.
Robertinho me tomó de la mano y me ayudó a levantarme del suelo. Me llevó hasta la cama; él se sentó en el borde y me ordenó que cabalgara sobre su verga. Le supliqué que tuviera delicadeza, ya que la punta de su pija negra era realmente gruesa y mi vagina no estaba tan acostumbrada a ese tamaño…
Justo cuando estaba por montarme sobre esa magnífica verga, sonó mi teléfono celular. Era mi adorado Víctor, pidiéndome disculpas por tanta demora y avisándome que por fin se reuniría conmigo a la tarde siguiente…
Antes de cortar la comunicación, ya estaba sintiendo las manos de Robertinho en mi cintura, guiándome hacia abajo, al encuentro de esa cabeza enorme donde iba a empalarme…
Por suerte, Víctor no alcanzó a oír el gemido que escapó de mis labios cuando esa cosa penetró entre mis labios vaginales y en un solo empujón llegó hasta el fondo de mi dilatada concha. Comencé a moverme sobre el cuerpo del mulato, mientras sus manos acariciaban mis tetas, haciéndome estremecer con el roce de sus dedos sobre mis pezones erectos.
Un rato después, sentí la verga de Joaquim empujando sobre mi entrada trasera. Su amigo se quedó quieto y me sujetó con firmeza por mis caderas, como si yo intentara escapar…
Entonces la poderosa verga de Joaquim fue abriéndose paso a través de mi esfínter, haciéndome gemir, gritar, aullar y ver las estrellas al mismo tiempo.
Con esas dos serpientes oscuras empaladas en mis orificios, los tres comenzamos a movernos buscando un buen ritmo, para que yo pudiera disfrutar al máximo de la doble penetración…
Por el culo me estaba ardiendo y doliendo un poco; arrancándome gritos que iban entre el dolor y el placer extremo.
De repente Robertinho rugió desde lo más profundo de su garganta, lanzando un gemido gutural, mientras me inyectaba su semen hirviente a través de mi dilatada vagina. Casi al mismo tiempo, Joaquim se quedó quieto, mientras aullaba como loco y derramaba una segunda carga en el fondo de mi culo.
Esa doble acción casi simultánea entre ellos, provocó en mi cuerpo el más de los intensos orgasmos que yo jamás había experimentado…
Mis dos amantes mulatos quedaron exhaustos, tirados boca arriba en la cama. Me dolía y ardía todo el cuerpo, pero me sentía sucia con tanto semen saliendo de todas mis aberturas; así que me levanté como pude, para ir a darme una ducha.
Joaquim se reunió conmigo bajo la ducha y me acarició suavemente el cuerpo mientras me enjabonaba con mucha delicadeza. Al regresar a la habitación, su amigo ya se había retirado.
A la mañana siguiente, me ardía la cola, a pesar de que allí había estado apenas Joaquim y no su amigo, que tenía esa verga mucho más grande todavía. Estuve un rato estirándome en la cama y finalmente me masturbé hasta acabar en un orgasmo extrañamente silencioso, mientras recordaba esas dos increíbles vergas negras que me habían poseído durante horas…
No pude encontrar a Joaquim por ningún lado; pero después de almorzar, arrastré a Robertinho hasta mi habitación. Allí me puse en cuatro sobre la cama, mientras él se desnudaba sonriendo, pero le advertí que mi culo me ardía demasiado y que quería sentir su verga adentro de mi concha…
El mulato no desperdició esta nueva oportunidad que se le daba. Me poseyó de una manera brutal, sosteniéndome por las caderas mientras me daba estocadas profundas con su tremenda verga negra. Me hizo acabar dos veces, haciéndome aullar como una perra en celo, antes de terminar él resoplando y llenándome la concha de semen caliente.
Después de despedirme de él, me fui a duchar y apenas regresé a la habitación, recibí un llamado desde la recepción, avisándome el arribo de mi adorado esposo.
Apenas tuve tiempo para acomodar las sábanas manchadas de semen y mis propios fluidos, luego me puse una tanga negra muy diminuta y tacos altos… y así esperé recostada en la cama a mi esposo.
Víctor entró a la habitación revoleando sus bolsos y se desnudó antes de siquiera acercarse a darme un beso. Se instaló entre mis invitantes muslos abiertos y me dio una cogida salvaje, como yo no recordaba en mucho tiempo…
Luego quedamos ambos boca arriba, tratando de recuperar el aliento.
Mi esposo de repente largó una carcajada, diciendo que había encontrado mi concha demasiado dilatada e inusualmente bien lubricada… Preguntó:
“A cuántos de esos mulatos que hay en la piscina te cogiste…?”
Le di la espalda haciéndome la ofendida, respondiendo que su mujercita no era una perra calentona que no podía aguantar tres días sin coger…
Víctor siguió riéndose a carcajadas, mientras se acercaba a mi espalda con su verga otra vez tiesa…