viernes, 3 de junio de 2016

De Nuevo el Jamaiquino

Un cuento de Anitaslut44.
Es continuación del cuento del 30 de Mayo
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El fin de semana siguiente a la tremenda cogida que me había pegado Duncan, el negro jamaiquino “amigo” de Helena, mi fiel y sufrido Víctor estaba de viaje; así que acepté encantada cuando mi amiga me invitó a su casa, ya que ella también estaba sola… pero no tanto…

Cuando llegué, Helena me recibió casi desnuda, lamiéndose los dedos manchados con algo que imaginé era esencia masculina. Entre sus piernas se deslizaba algún líquido pegajoso también… Me imaginé que eso le pertenecía a Duncan.

No me equivocaba; allí en medio del salón estaba ese negro gigantesco, completamente desnudo, acostado en un gran sillón, con su verga negra erecta apuntando hacia el techo.

Helena sonrió y me comió la boca en un beso muy profundo; su lengua me hizo sentir el gusto a semen de su amante jamaiquino.

Duncan sonrió al verme, se levantó y se acercó, llamándome “bitch”…



En dos segundos sus enormes zarpas me dejaron sin mi liviano vestido de verano y con un par de rápidos movimientos, mi breve tanga se desgarró entre sus manos. Simulé estar enojada y protestar, pero sus dedos enormes entraron de golpe entre mis labios vaginales ya humedecidos.

Enseguida me volteó sobre el sillón, abrió mis piernas, poniendo mis tobillos sobre sus hombros y casi enseguida pude sentir esa gruesa cabeza de su enorme anaconda que comenzaba a invadirme sin piedad.

Cuando Duncan me penetró me sentí en otro mundo, el placer era inmenso y tardé menos de veinte segundos en alcanzar mi primer orgasmo.

Helena largó una sonora carcajada y enseguida se inclinó a besarme apasionadamente, mientras su amigo me bombeaba cada vez con más ganas, sonriendo de haberme visto acabar tan rápido.

Yo comencé a encadenar lo que creo que fue un orgasmo tras orgasmo o eso creo que era, un orgasmo continuo, no podía hacer nada; el placer era tan intenso que me inmovilizaba totalmente. No podía ver, ni sentir nada que no fuera esa tremenda verga negra taladrándome y haciéndome sentir como nunca me había sentido. Entonces Duncan se puso a bramar y le pedí que no me acabara adentro, ya que había dejado de tomar mis píldoras, pero él me ignoró y siguió bombeando hasta que sentí un intenso calor. Era como si de pronto un chorro de agua hirviendo me llenara el vientre. Fue dejando de bombearme poco a poco hasta que muy suavemente se recostó a mi lado, pero todavía con su pija bien dura adentro de mi vagina.
Sentí que su semen se escurría entre mis piernas ahora cerradas y esa cálida humedad me volvió totalmente loca de placer. Acabe otra vez, casi sin moverme…

Helena me enderezó, me puso a cuatro patas y comenzó a meter su boca en mi concha, lamiendo y buscando limpiarme todo el semen que me había dejado adentro su hombre, quien ahora se había ubicado frente a mi, tomando su enorme aparato negro con ambas manos, ofreciéndomelo para que se lo chupara. Mientras lo hacía intentaba concentrarme en esa maravillosa verga que comenzaba a otra vez a ponerse dura, pero la lengua de Helena en mi clítoris me estaba matando de placer y no me permitía pensar en nada.

Mi amiga siguió lamiéndome la entrada de mi vagina durante un largo rato, pero de pronto comenzó a pasarme la lengua cerca de mi entrada trasera…

Me pegaba suaves mordiscos por los glúteos y me lamía el ano.

Al principio no sentía demasiado placer, pero poco a poco comenzó a gustarme. Helena comenzó a hacerme círculos en el ano con su lengua y de repente metió la punta de un dedo, lo cual me hizo doler, ya que lo tenía muy poco dilatado. Yo seguía lamiendo y chupando el pene de Duncan que ya notaba bastante duro; lo agarré con una mano y comencé a hacerle una paja mientras le lamia solamente la punta.

De repente Duncan se inclinó hacía mí, me tomó por las axilas y me levantó en volandas colocándome encima suyo, mi vagina a la altura de su pija…

Yo me estiré hacia adelante para dejar que invadiera mi vagina. Mis labios vaginales lo abrazaron y apretaron; podía sentirlo bien adentro, llenándome masivamente…El negro empezó a jadear de una manera tremenda y aulló en mi cara:

“You are the best slut I have ever fucked”

Eso no le gustó mucho a Helena, que se acercó a nosotros y me dio un leve empujón, que me desequilibró y me separó de Duncan, cayendo yo al piso sobre mis manos y rodillas, quedando mi redondo culo al aire.

Helena tomó la verga negra entre sus dedos y la retorció, haciendo que Duncan aullara de dolor. Le espetó en inglés que no dijera eso.

Haciendo un gesto hacia mi, le ordenó que me sodomizara como antes…Yo presenciaba toda la situación con la cabeza ladeada apoyada en el sillón, cuando Duncan se levantó de repente y se colocó detrás de mí.

No me imaginaba lo que iba hacer; yo esperaba que me volviera a coger como antes, para hacerme acabar como a una perra en celo, pero de pronto sentí que algo húmedo caía en la entrada de mi culo. Giré la cabeza como pude y vi a Duncan escupiéndose en la mano, para después intentar meter uno de sus enormes dedos en mi ano.

Yo intenté escapar al darme cuenta de lo que pretendía, ya que todavía sentía dolor de cuando me había roto la cola una semana antes, pero Duncan me sujeto firmemente por las caderas y empujándome me hizo hundir mi cabeza en el sillón, quedando mi culo hacia arriba.

Aun así dominada, intenté resistirme, pero el negro de un empujón brusco introdujo su dedo en mi ano y empezó a girarlo dentro de mí. Yo intenté escapar otra vez y él sacó su dedo de mi culo. Pensaba que con eso ya se había conformado, pero me equivocaba…

Pronto sentí la gruesa cabeza de su verga negra empujando contra mi ano, que se fue abriendo a medida que esa enorme pija avanzaba más y más…

Me dolía horrores y volví a agitarme, esta vez consiguiendo escaparme de su abrazo. Él entonces volvió a tomarme por la cintura y hundió de un saque su gruesa pija en mi vagina, provocándome un placer absoluto. Me atravesó entera debido a lo húmeda que yo estaba y me quedé completamente quieta. Duncan comenzó a bombearme la concha otra vez durante apenas medio minuto y entonces en esa posición me agarró por la cintura y tiró de mi hacia atrás. Se levantó y a mí con él mientras no dejaba de tenerme ensartada y me puso a cuatro patas en el suelo.

Helena se sentó delante de mí y me sujetó las manos. Duncan volvió a bombear dentro de mi ahora muy dilatada concha, haciendo que varias oleadas de placer volvieran a recorrer mi cuerpo. De pronto la sacó y volvió a intentar meterla en mi ano. Yo estaba rendida, no podía moverme y Duncan aprovechó para tomarme por la cintura con una mano mientras se tomaba la verga con la otra, tratando de meterla en mi culo.

Esta vez no lo hizo con mucha delicadeza, sino que se puso a taladrarme de manera brutal y furiosa…

Fue empujando hasta que sentí toda su verga negra entera dentro de mi ano. El dolor era tremendo, le imploré a Helena que terminaran, pero ella sonrió y me dijo:

“Aguanta un poco, amiga, que ahora empieza lo mejor”. Acto seguido Duncan comenzó a bombear dentro de mi culo con más potencia. Con cada estocada lo sentía más adentro y poco a poco el dolor se fue transformando en un ligero placer.

El negro siguió bombeando dentro de mi culo y finalmente Helena me soltó las manos cuando escuchó el primer gemido de mis labios. Duncan siguió bombeando salvajemente. Cada vez me gustaba más lo que me hacía…

Así siguió un largo rato hasta que repentinamente se detuvo y me sacó la pija del culo. Yo caí rendida al suelo y Duncan se acercó a mi cara, para refregarme su dura verga contra mis labios. Consiguió que los abriera para recibir esa magnífica pija negra que me había sodomizado tan duro.

Apenas me la metió en la boca, el negro acabó rugiendo como un salvaje.

Después me relajé y me abandoné hasta quedar inconsciente.

Cuando recuperé la conciencia, pude oír los aullidos de Helena desde su habitación. Me acerqué silenciosamente a la puerta y allí estaban ambos. Mi amiga en cuatro patas sobre la cama matrimonial, jadeando y gritando sin control mientras Duncan la cogía por el culo de manera más brutal que lo que había hecho conmigo.

Me vestí en silencio y me fui sin saludar, para no interrumpirlos. Me costaba caminar, el culo me ardía mucho y me dolía, pero la cogida había sido gloriosa. Ese negro era una verdadera máquina de garchar… envidiaba a Helena por tenerlo siempre disponible para cogerla cuando a ella se le antojaba, pero mi amiga no era egoísta para nada, ya me daría otra oportunidad para gozar de “su amigo”…

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