lunes, 14 de marzo de 2016

La Primera Vez

Una historia de correabuela.
===================

Hola me llamo Juan, tengo 21 años. Cuando tenía 18 mis padres tuvieron que ir a trabajar lejos. y me dejaron en casa de unos amigos de mis abuelos, ya que estos habían fallecido.

EL amigo de mi abuelo, Pedro, tenía más de 70 años y estaba ya muy viejito, la amiga de mi abuela, Marta, con poco más de 50 se mantenía bien. A pesar de la edad ella me resultaba atractiva, no sé si por los grandes pechos que se adivinaban bajo las blusas, o quizás por su redondeado culo.

Las primeras noches al rato de acostarme siempre oía ruidos en el cuarto de mis anfitriones, así que un día me levanté y fui a ver que pasaba. Por la puerta entreabierta ví como la amiga de mi abuela desnuda cabalgada frenéticamente sobre su marido. La veía de espaldas, con su gran culo saltando sobre la verga que aparecía y desaparecía dentro de la concha de mi abuela. Sus tetas se veían bambolear cuando le sobresalían por los costados.

Esa escena provocó un gran efecto en mi cuerpo. Mi pija imberbe comenzó a crecer, y a darme fuertes sacudidas, como calambrazos eléctricos. La froté, sintiendo dolor y placer a la par.

Al año algo terrible ocurrió, Pedro murió. El caso que la noche anterior les vi como tantas otras noches con su frenesí sexual, quizás el amigo de mi abuelo no pudiera ya resistir a tan fogosa mujer.

Nos quedamos solos la amiga de mi abuela y yo. Para entonces yo ya me masturbaba casi a diario viendo a los amigos de mis abuelos, y realmente ella se había convertido en mi gran deseo, haciéndome ignorar a las chicas de mi edad.

Al mes de morir Pedro estaba dándome un baño cuando la amiga de mi abuela entró.


Se sorprendió al verme, pensó que no estaba, se excusó, y me dijo:
- Perdona Juanito, pero tengo muchas ganas de hacer chichi. Cierra los ojitos, que te digo cuando acabo.

Yo me puse la mano sobre la cara, pero entre los dedos no perdí la ocasión de ver a la amiga de mi abuela. Ella se remangó la falda, y primera sorpresa no llevaba nada debajo. Se sentó en el inodoro, oí su fuerte chorro de pis salir, y luego ella se secó restregando un papel con su mano.

Cuando hacía esto me miró, y pensando que no la veía, tras tirar el papel se acarició su sonrosada y carnosa concha.

Cuando al fin se levantó y me dijo que había acabado, me quité las manos de la cara para descubrir que mi verga había emergido del agua de la tina y asomaba como un periscopio.

Me sonrojé al pensar en que la amiga de mi abuela se daría cuenta, pero ella al verla no se inmutó, y me sorprendió con la siguiente petición.
- Juanito déjame sitio en la tina, yo también quiero darme un baño y así aprovechamos el agua.

Me lo dijo con toda naturalidad, con la misma que comenzó a desvestirse. Yo me quedé mudo, sobre todo al ver frente a mí el cuerpo con el que tantas veces me había masturbado a escondidas. Realmente era maravillosa, sus grandes tetas caían sobre su vientre, que a su vez caía sobre su sexo. Y su culo, redondo y grande me parecía el mayor objeto de deseo.

Desnuda se introdujo en la tina. Yo recogí mis piernas para hacerle sitio y tapar con ella mi verga. Se sentó de espaldas a mí y me dijo que le frotara la espalda con jabón. Ni corto ni perezoso empecé a recorrer esa piel suave y cálida, sus carnes flojas y blancas me excitaban más y más.

Recorrí su espalda, le pedí que levantara sus brazos y los enjaboné hasta llegar a los sobacos, donde me detuve un poco más. Ahí mi excitación era total, así q me incorporé un poco y alcancé, temeroso, con mis manos sus pechos. Ella calló. Los cogía por abajo y los dejaba deslizar en mi mano, hasta que las colocaba en sus pezones, que para mi sorpresa fueron creciendo rápidamente de tamaño, con lo que mis dedos se entretenían jugando con ellos. Esto hizo que ella empezara a temblar y gemir suavemente.

De repente se dio la vuelta, se colocó de rodillas y me dijo que me incorporara. Mi verga dura como una piedra, sin un solo pelo, estaba frente a su cara. Ella en silencio cogía agua del grifo y quitaba la espuma que tenía en mi cuerpo, hasta llegar a mi pene, dejándolo limpio y brillante. Puso su mano sobre mis testículos y poco a poco comenzó con un masaje que me llevó al séptimo cielo, para a continuación meter mi imberbe miembro en su boca. NO pude resistir más, y exploté, llené su boca de semen, que ella paladeó y trago.

Rendido volví a caer en la tina, y ella me dijo:
- A partir de hoy ocuparás el lugar de Pedro, al igual que lo hizo tu abuelo.

Sabía que había caído en manos de una mantis, pero quería realmente morir de placer. A día de hoy sigo siendo su objeto sexual, y gozando mucho.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario