viernes, 15 de abril de 2016

Experimentando algo nuevo con Mariana

Un cuento de Anita

Después de algunos meses de casada, sentí la necesidad de probar algo nuevo: quería tener sexo lésbico…
Víctor era un amante increíble, pero yo necesitaba experimentar las caricias y los besos de otra mujer sobre mi cuerpo.
Todavía no me había reencontrado con Helena, mi compañera de la escuela secundaria, de quien sabía era positivamente bisexual.
Finalmente conocí a Mariana, una muy bella morocha de ojos almendrados, un cuerpo torneado y perfecto que contradecía sus casi cuarenta años...

Mariana llevaba un buen tiempo divorciada, debido a que su marido la había encontrado en su propia cama enredada con otra amiga…
Nos conocimos en el gimnasio. Pero no siempre la encontraba, ya que mis horarios por entonces eran un poco complicados. En cambio ella tenía su rutina: iba a ejercitarse temprano por la mañana, luego de dejar a los chicos en el colegio. Luego retornaba a su casa para los quehaceres domésticos y recién por la tarde atendía en su consultorio de médica.
No tardé mucho tiempo en comprobar que ella también me miraba con ojos golosos; como yo siempre lo he hecho con otros hombres. Por entonces apenas nos saludábamos, pero cuando decidí que ella sería una buena experiencia lésbica, comencé a buscar temas de conversación…

Una mañana llegué tarde y encontré a Mariana enfrascada en su rutina de ejercicios. Al terminar noté que se encontraba algo deprimida y me confesó que andaba con algunos problemas, así que me ofrecí para escucharla.
La invité a mi casa para poder charlar tranquilas y con más intimidad.
Nos sentamos en el living a tomar café; ambas todavía llevábamos puestas las calzas ajustadas y remeras de algodón. Nos quitamos solamente las zapatillas para estar más cómodas.

Me contó cosas realmente personales; lo que más la angustiaba era la relación con su ex marido, porque el hijo de puta se había levantado a la mejor amiga de Mariana y andaba pavoneándose con ella por todos lados. Eso naturalmente había arruinado su amistad con esa perra desleal. Pero Mariana se deprimía porque había pasado muchos años con esa mujer, que casualmente había sido su pareja, ya que esta perra en cuestión también era bisexual. Y todo ello era demasiado para mi nueva amiga.
Me confesó que ella tenía necesidades, pero no encontraba con quién descargarse. La vi vulnerable y me animé a hacer mi primer movimiento. Apoyé sobre su muslo mi mano y comencé a acariciarla, mientras la miraba a los ojos. Al ver que ella no se movía ni rechazaba mis caricias, me animé a más: Me incliné hacia ella y la besé en los labios cerrados. Al principio no respondió, pero de repente abrió su boca y su lengua se entrelazó con la mía, dándonos un beso profundo que me hizo humedecer la concha…

Comencé entonces a acariciar su cuerpo, su cintura, luego sus largas piernas y finalmente mis dedos vencieron la resistencia de sus calzas y llegaron a sus labios vaginales. Acaricié su clítoris, mientras sentía que Mariana también comenzaba a humedecerse con mis caricias…

Rompimos el beso y saqué mi mano de su entrepierna, conduciendo a Mariana al dormitorio. La empujé sobre la cama, donde quedó acostada boca arriba y me recosté sobre ella para seguir besándola, mientras mis manos seguían recorriendo cada centímetro de su cuerpo.
Nos desnudamos y yo comencé a lamer sus pezones, que estaban bien erectos; mientras, mis dedos siguieron masturbándola, acariciando esa hermosa concha por un buen rato, con mi pulgar frotando su clítoris, mientras que con mis dedos penetraba esa vagina completamente mojada. El placer que le estaba dando a Mariana, parecía que la iba a matar, su cuerpo se retorcía y temblaba estremeciéndose cada vez más y más.
En un momento sus gritos me dieron la impresión que estaba por acabar y decidí que quería que me acabara en mi cara; así que bajé entre sus muslos y hundí mi rostro entre sus dilatados labios vaginales.

Comencé a penetrar su vagina con mi lengua, mientras mis dedos jugaban con su clítoris. Sentí su cuerpo convulsionar, gritó y acabó sobre mi boca.
Mariana quedó agotadísima, respiraba y jadeaba profundamente, mientras sus ojos miraban el techo, su cuerpo estaba totalmente laxo…
Le limpie con mi boca sus labios vaginales y después nos quedamos un rato abrazadas sobre la cama, besándonos y acariciándonos despacio.
Le pregunté si practicaba sexo anal, y me dijo que nunca lo había probado. Entonces le ofrecí hacerle la cola pero no le gustó demasiado la idea.

Insistí un poco hasta que cedió. Le pedí que se pusiera boca abajo, y me recosté sobre ella, mis pechos contra su espalda y mi cara sobre su culo. Le di un beso negro delicado para empezar, penetrándola con la punta de mi lengua; su ano era extremadamente estrecho: era verdad que nunca había probado sexo anal…
Luego de un buen rato de dilatar su entrada anal con mi lengua, solo llegué a meterle dos dedos. Terminé dilatándola un poco más con unas bolas chinas, se las fui metiendo de a una, muy lentamente. Me dijo que le producía bastante dolor cada bola que le entraba, pero no quiso parar.

Después de sacarle las cinco bolas de su canal rectal, le fui metiendo muy suavemente mi consolador de silicona favorito; uno color marrón bien grueso, hasta con las venas marcadas, que a mí siempre me dio la impresión de ser cogida por un negro enorme.
Antes me lo comí entero y lo lubriqué muy bien con mi saliva, para después metérselo hasta el fondo de su ahora bastante dilatado culo.
Mariana lloriqueaba, sollozando porque mi juguete le provocaba mucho dolor, aunque podía ver cómo se retorcía de placer al mismo tiempo.

Se lo introduje hasta sentir que su cerrado esfínter cedía finalmente a mis embates. Luego comencé a meterlo y sacarlo, cada vez con más ritmo y cadencia, mientras Mariana se retorcía de placer. Empezó a gritar, sentía más dolor que placer, inconscientemente ella apretaba sus nalgas haciendo todavía más dolorosa la penetración; pero Mariana estaba decidida a soportarlo. Entonces me dijo que quería más; sin sacarle el consolador de su ano, la hice girar boca arriba y le metí otro de mis juguetes en la concha.
Aulló de placer con el nuevo consolador enterrado hasta el fondo de su vagina, mientras yo le estimulaba el clítoris con mi lengua…
Fueron un par de minutos hasta que arqueó su espalda y gritó como loca, mientras acababa, chorreando sus fluidos por los costados del juguete que tenía insertado en su hermosa concha. Se lo saqué muy despacio y me lo tragué entero, para lamer sus jugos.
La situación me había excitado y estaba bien mojada, sintiendo mi concha chorreando y manchando las sábanas. Marina notó eso y me preguntó cómo podía darme placer.

Me puse en cuatro sobre la cama, lubricando mi entrada anal con mis fluidos. Le alcancé uno de mis consoladores y le pedí que me rompiera la cola bien duro.

El rostro se le iluminó a Mariana, mientras me abría los cachetes con una mano e iba metiendo el juguete hasta el fondo de mi recto.
Al principio ella comenzó a meter y sacar con suavidad, dilatándome el ano, pero entonces le dije que no tuviera miedo, porque mi culo estaba bien acostumbrado a recibir cosas bien grandes…
Entonces se descontroló y comenzó a darme con todo, tratando de hacer lo que yo le había pedido: romperme la cola…
Yo la miraba por un espejo de la pared y me producía mucho morbo, ver a esta mujer seria, convertida en una perra salvaje mientras me hacía la cola.

La situación me calentaba mucho. Sentía mis jugos chorrear por mis muslos internos hasta caer sobre las sábanas. Finalmente comencé a estimular mi clítoris con mis dedos y unos instantes después minutos acabé.

Mariana ni se había dado cuenta que yo había terminado y quedado muy satisfecha: le tuve que pedir que se detuviera, porque su frenesí en mi culo ya me estaba provocando mucho dolor y nada de placer…
Nos dimos un profundo beso de lengua y nos bañamos juntas. Fue un lindo momento, enjabonándonos y acariciándonos bajo la ducha.
Mientras nos vestimos para salir, vi que Mariana parecía otra persona, ahora se la veía mucho más relajada y hasta casi diría, radiante…
Me confesó que esta primera experiencia conmigo la había dejado muy satisfecha y me pidió que volviéramos a hacerlo otra vez

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