lunes, 11 de abril de 2016

Pequeños retos

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Hace tiempo que se me antojó comerme una polla negra. Tenía curiosidad desde hace años, eso es verdad, pero desde hace un mes más o menos, lo tenía como una obsesión. De vez en cuando me da por ponerme retos, voy a lograr que me follen seis tíos a la vez, esta semana voy a comérsela al menos a dos de la oficina, voy a calentar al conserje hasta que se intente sobrepasar conmigo, quiero que Pedro me vea follando con el vecino. Bueno, pequeños jueguecitos para mantenerme viva y caliente.

Lo del negro me ponía un montón, nunca he logrado que ninguno me folle y con toda la literatura que hay a su alrededor, que si la tienen más grande, que si aguantan más, les tenía ganas. Me puse manos a la obra. Pero ¿dónde hay un negro en condiciones?. No, no es tan fácil. En el ambiente en el que yo me muevo desde luego tampoco vivo rodeada de negros. El caso es que hace un par de semanas, saliendo del Mercadona, encontré la solución, un negro de esos que venden un periódico, o pañuelos o yo que sé en la puerta del super.

Lo miré fijamente cuando salía con el carro. No estaba nada mal, joven, musculoso, muy musculoso, sonriente. Le miré con descaro, para que se fijara en mí, me paré delante de él y saqué un billete de diez euros de la cartera. “Toma, cuando te compres algo, acuérdate de mi”. “¡¡Uhhh, cómo no mami!!” Me dijo, “una cara guapa y generosa, no la olvido, gracias. Ayudo con el carro”

- “Ahh, claro, muchas gracias”

Me acompañó hasta el coche, abrí y empezó a descargar. Con el peso de las bolsas se le marcaban los músculos de los bíceps y de su pecho bajo una camiseta medio ajustada que llevaba. Cada vez me gustaba más el reto y me estaba poniendo muy cachonda. Terminó de meter las bolsas en el maletero, me acerqué a él y tocándole los labios con la punta de mi dedo índice le dije: “gracias hermoso, nos veremos” y me di la vuelta para meterme en el coche.

Al alejarme, vi por el retrovisor cómo no quitaba ojo del coche mientras con su mano derecha se tocaba levemente la entrepierna. Yo estaba completamente empapada, notaba mi coño húmedo debajo de la falda mientras no dejaba de imaginarme a mi negro completamente desnudo.

Hace cinco días decidí que iba a ser el momento. Trajecito liviano, sujetador que realzara un poco mis tetas y a la carga. Llegué al Mercadona, había mucho sitio para aparcar, casi al fondo del parking un sitio delante de las cámaras de seguridad. ¡¡ Perfecto !! Ahí lo dejé. Esperaba dar un gran espectáculo y no quería que el vigilante se lo perdiese.

Al entrar no estaba mi amigo, ufff desilusión y bajonazo. Entré, estuve dando una vuelta por aquí y por allí, compré más de lo que me hacía falta, sobre todo por hacer tiempo, y a la salida. ¡¡ Bingo !! Allí estaba mi héroe de ébano, sonriente y pendiente de mí, desde lejos.

Cuando me acerqué a él, no me dejó tiempo a hablar, “mami, yo ayudo, yo cojo tu carro”
“Claro, ¿cómo no?, muy amable”

Y nos dirigimos hacia el parking. Al llegar al coche le dejé que descargara y metiera las bolsas en el maletero. Cuando acabó, fui yo la que no le he dejó hablar. Me acerqué y sin miramientos le he metí la lengua hasta la garganta. El muy cabrón no ha dijo que no. Se dejó hacer. El sabor de su saliva era muy fuerte, el olor de su piel era intenso, hacía algunos días que no se lavaba en condiciones, seguro. Pero allí estaba yo rechupeteando su lengua y magreando su culo, poniéndome cada vez más cachonda.

Mis manos se colaron debajo de su camiseta acariciando un pecho fornido y suave. Su olor era curioso, me gustaba y excitaba, dulzón y mezclado con sudorcillo, ummm, ideal. Pellizque sus pezones, tiesecitos y tersos, gimió un poco pero se mantuvo casi sin rozarme con sus manos. Estaba claro que no tenía intención de tocarme, no fuese a ser que le acusase de violación o algo así. ¿El pobre no sabría que en esa situación tendría siempre todas las de perder si me daba por ponerme a gritar?

Pero no lo hice, me arrodillé delante de él y acaricié el bulto de su polla sobre el pantalón. Ufff, parecía inmensa, desabroché el botón, bajé su cremallera y saltó sobre mi cara, una polla tremenda, a medio crecer. Estaba dispuesta a ver hasta donde llegaba. Me la metí en la boca, despacio, una chupadita, otra, luego recorrí con mi lengua todo el tronco. Mi negro empezaba a jadear con más intensidad pero seguía sin tocarme. Aquello siguió creciendo más y más, hasta ponerse duro como una piedra. Creo que no exagero si digo que medía por lo menos 22 centímetros y 5 ó 6 de ancho.

¡¡ Mi polla negra, al fin !!. Me metí en la boca toda la cabeza, totalmente circuncidada. Estaba deliciosa, mi lengua jugueteaba con esa punta rosada con ganas de más. Me la metí despacio más y más adentro, intentaba tragármela entera pero no podía, era realmente inmensa. Mis babas caían por toda ella empapando sus huevos, me estaba encendiendo con su pasividad.

Le bajé los pantalones hasta los tobillos, me di la vuelta y me lancé sobre su culo. Recorrí con la lengua por dos veces su raja, a la vez que le acariciaba los huevos con la mano, y al fin se agachó un poco, el agujero de su culo se abrió ante mí y sin pensármelo dos veces lo busqué con mi lengua carnosa. Joder, estaba caliente como una perra, comiéndole el culo a un negro de la calle que no sé cuántos días haría que no se lavaba. Seguí penetrándole con la lengua, saboreando los aromas más recónditos de su cuerpo de macho en celo. Ahora sí, sentí que le tenía a mi disposición, sus gemidos se hacían más notorios, empecé a oírle susurrar, mami, mami, sigue, no pares.

Me animé y cogí su polla, la llevé hacia atrás y empecé a chupársela, con el dedo corazón de mi mano libre penetré su culo. Fue entonces cuando empezó a ponerse más nervioso, entonces sí quería tocarme, me acariciaba el pelo, la cabeza, se agachaba para que su polla entrase más adentro de mi boca. Le tenía donde quería, saqué de golpe el dedo de su culo y me puse de rodillas delante de él, mi boca y mi mano empezaron a trabajar sin descanso. Por dos veces me la metí hasta dentro de mi garganta, mientras seguía masturbándole con fuerza. Al fin noté que se iba a correr, sus gemidos se acentuaron y me dispuse a recibir su leche. Los primeros golpes de lefa me los tragué sin problemas, pero siguió corriéndose, tres, cuatro, cinco, ocho veces. Soy muy tragona, pero tanto desde luego, no. Me chorreaba por la comisura de los labios a pesar de que trataba de recoger toda su leche con mi lengua.

Él, muy gentil, puso su mano a modo de cuenco bajo mi barbilla para recoger lo que chorreaba. Cuando acabó de correrse, con su otra mano cogió mi cabeza y suavemente la acercó. Su semen, caliente, dulce, con un sabor exquisito, era de lo más apetecible. Saqué mi lengua y empecé a comérmelo de su mano, chupando bien hasta que no quedó ni una gota.

Me levanté, estaba caliente como nunca, con el coño chorreando como una cerda, pero mi reto había terminado. Me recompuse el vestido, saqué un billete de 20 € de mi monedero y se lo acerqué. Toma, ahí tienes apuntado mi teléfono. Cuando vengas a casa no quiero que vengas solo. Me di la vuelta y me metí en el coche.

Esta mañana me ha llamado Pedro para que fuese a su despacho. Al entrar me he sorprendido al ver que tenía una página porno abierta, de esas en que la gente sube sus propios vídeos y fotos. ¿Pero qué haces? Le he dicho. ¿Qué hago? Mira lo que he encontrado husmeando por internet. Su cara se debatía entre el asombro, el enfado y la excitación. Me ha puesto un vídeo.

Se veía con toda claridad, una madura que no estaba mal para su edad se comía la polla de un negro que apenas la cabía en la boca.

Las cámaras de seguridad del parking no dejaban lugar a dudas, el gesto de vicio de mi cara reflejaba a las claras lo puta que soy.

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